"Hogar dulce hogar"
La frase -"Home sweet home", en el original- es parte de una canción
cuya versión española sería:
“Por más que crucemos / la tierra y el mar / siempre extrañaremos tan bello
lugar:
¡Hogar dulce hogar!" Pertenece a una pieza teatral estrenada en Londres
en 1.823. Su autor, John Howard Payne, fue un excelente dramaturgo y actor
norteamericano que vivió en Europa.
De Payne es también la letra de esa canción, que prendió en los corazones
ingleses en una época en la que las conquistas del Imperio británico obligaban
a muchos a dejar su patria para residir en las colonias.
Desde hace 170 años la expresión se repite en todo el mundo. A veces con
ironía, cuando la casa se alborota demasiado. Y, con mayor frecuencia, para
resumir nuestra añoranza, al sentirnos lejos de la familia y de los objetos
queridos. O al volver a ellos.
"No es moco de pavo"
Cuando queremos ponderar la importancia de un asunto cualquiera, con frecuencia
nos valemos de una comparación negativa y destacamos que eso "no es moco
de pavo".
El diccionario define "moco de pavo" como "apéndice carnoso
eréctil que el pavo tiene sobre el pico". Pero el dicho del título
proviene de cuando se usaba reloj con cadena.
Esta asomaba como una provocación para los ladrones, quienes aprovechaban
las aglomeraciones para desprender el reloj y dejar la cadena que lo sujetaba.
Dado el público del que salían los incautos (llamados "pavos" en
la jerga del delito), esas cadenas eran de escaso valor, de modo que se
quedaban colgando como cuelga el moco del ave.
Hoy, se usan relojes de pulsera, la expresión ha perdido toda conexión con su
origen. Pero basta escuchar que algo "no es moco de pavo" para que en
seguida todos entendamos que no nos están hablando de ninguna p a v a d a.
"Ojo por ojo diente por diente"
Esta frase, que consagra la venganza como un procedimiento jurídico, figura en
dos de los 282 artículos del código sancionado por Hammurabi (1.792-1750 a. de C.), fundador del
imperio Babilónico.
La menciona también el Antiguo Testamento al referirse a los actos de
violencia. “Quien cometiere el delito", dice el texto bíblico,
"pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y pie
por pie, quemadura por quemadura, herida por herida y golpe por golpe".
Cuando el agredido prefería que se lo compensara con dinero, tenía derecho a
una suma, fijada de antemano de acuerdo con la gravedad del daño.
Así, según la ley del talión del derecho romano, quien recibía una bofetada
podía canjear ese golpe por un monto equivalente a 5 ó 6 euros de hoy.
El dicho, con frecuencia abreviado como “ojo por ojo”, no pasa en la
actualidad de un modo de hablar. Un desahogo para el rencor.
Y prueba de que la idea de devolver mal por mal es siempre tentadora. Pero
ningún código moderno autoriza a desdentar o volver tuerto al ofensor.