¿POR QUÉ SE DICE? Meter cizaña, Poner los puntos sobre las íes, Ponerse las botas



"Meter o sembrar cizaña"

Significa ocasionar disensiones o lanzar noticias que inquieten a los que estaban tranquilos y enemisten a los amigos.
Es una alusión a la parábola de Jesús que aparece en el Evangelio de San Mateo, Capítulo XIII, versículos 24 y siguientes:
"El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena simiente en su campo. Pero al tiempo de dormir los hombres, vino cierto enemigo suyo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue".
La cizaña es una gramínea cuyas cañas crecen más de un metro. Se cría espontáneamente en los sembrados y la harina de su semilla es venenosa.




"Poner los puntos sobre las íes"

Significa ser excesivamente prolijo, hasta con las cosas de menos entidad.
La adición del punto sobre la i minúscula data del siglo XVI. Cuando introdujeron los caracteres góticos en la escritura era fácil que dos íes se confundieran con una u, para evitar confusión se introdujo la costumbre de poner encima unas tildes.
Pero tal innovación no fue del agrado de todos, que lo consideraron como propio de personas excesivamente meticulosas.



"Ponerse las botas"

Significa enriquecerse o lograr gran utilidad o provecho en alguna empresa.
Hubo un tiempo en el que el calzado era el sello distintivo de la clase social a la que pertenecía la persona.
Las botas eran el signo distintivo del caballero que atesora riquezas, en oposición al zapato, considerado como propio de la gente pobre.
De ahí procede el dicho "ponerse las botas", utilizado para poner de manifiesto el cambio de quien, por virtud de un golpe de fortuna, accedía al uso de las botas.

¿POR QUÉ SE DICE? Hay moros en la costa, Llegar y besar el santo, Mantenerse en sus trece


"Hay moros en la costa"

Expresión que denota cautela ante un hecho peligroso.
Proviene de la frecuencia con que los moros, durante mucho tiempo, hicieron incursiones por las costas de Levante, apoderándose de gentes, ganado y cuanto les venía a la mano.
¡Hay moros en la costa! era el grito con el que las gentes del litoral se prevenían de aquel peligro, armándose para resistirlos si lo permitía el número de los enemigos o retirándose hacia el interior si éstos eran numerosos.



"Llegar y besar el santo"

Significa conseguir con brevedad una cosa.
Esta expresión parece aludir a quien después de una penosa romería consigue su deseo (besar el santo de su devoción) nada más llegar a su capilla, sin tener que esperar nada.



"Mantenerse en sus trece"

Esta expresión significa terquedad y persistencia porfiada en una opinión o tarea comenzada.
Sobre el origen de este dicho hay distintas opiniones.
Para unos procede de la obstinación con que el antipapa español Pedro de Luna mantuvo sus derechos al solio, durante el Cisma de Occidente.
Para otros procede de un antiguo juego de naipes, en el que el número ganador eran quince tantos, de manera que, frecuentemente, el jugador que conseguía trece, por temor a pasarse, no pedía nueva carta y se quedaba en ese número.

¿POR QUÉ SE DICE? Quien se fue a Sevilla, perdió su silla


"Quien se fue a Sevilla, perdió su silla"

En el habla coloquial, este modismo acostumbra a decirse para responder a quien ha dejado vacante un cargo, plaza o sitio voluntariamente y, cuando vuelve para recuperarlo tras su ausencia, lo encuentra ocupado.
En general, advierte sobre la posibilidad de perder algunos privilegios si se abandona el lugar en que se disfrutan.

No ocurre con todos los dichos, pero éste que presentamos como el primero de una larga serie parece ser que tiene su origen en un hecho histórico, narrado por don Diego Enríquez del Castillo en su "Crónica del rey Enrique IV", caps. 26 y 54.

Tal autor nos dice que, en tiempos de Enrique IV de Trastámara (1454-1474), le fue concedido el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino de don Alonso de Fonseca, Alonso de Fonseca y Ulloa (1418-1473), arzobispo de Sevilla.

Según parece, el sobrino del arzobispo sevillano, también llamado Alonso de Fonseca (m. 1512), era un joven poltrón, ambicioso y déspota, razones estas dieron lugar a que muchos nobles del reino de Galicia se decantasen a favor de otorgarle la sede al conde de Trastámara y plantaran cara a la elección de Fonseca, protagonizando continuas revueltas.

Esas circunstancias hicieron creer, no sin razón, al electo que su toma de posesión iba a serle de gran dificultad, y, con miras a la pacificación del arzobispado que le había sido concedido, el sobrino se decide por pedirle ayuda a su tío, a lo que don Alonso accede.
Así las cosas, don Alonso convino en que iría a Santiago a luchar contra el pretendiente y a restablecer la paz en Galicia, y que, mientras tanto, se quedase su sobrino a cargo del arzobispado de Sevilla.

Don Alonso de Fonseca logró pacificar la revuelta archidiócesis de Santiago, pero cuando trató de volver a Sevilla a deshacer el trueque con su sobrino, éste se negó a dejar la silla hispalense.
Para que desistiera de su resolución y volviese de nuevo a Santiago, se hizo necesario no sólo un mandamiento del Papa, sino que interviniese incluso el mismo rey Enrique, y que algunos partidarios del sobrino, considerados como sus instigadores, fuesen ahorcados después de un breve proceso.


Sin duda, el hecho hubo de ser muy comentado y pronto se incorporó al acerbo popular.
Sin embargo, del relato se deduce que, a causa del olvido de lo que aconteció realmente debido al paso del tiempo y a su empleo cotidiano por la gente sencilla, que lo ha reducido a un simple tópico, la expresión ha sufrido una leve variación, pero importante con respecto a los hechos, consistente en una confusión preposicional, que ha cambiado la «de» por una «a», puesto que, originariamente, hubo de decirse:
«Quien se fue “de” Sevilla, perdió la silla».
Hay sitios en los que, a veces, este dicho se prolonga, diciendo:
«... y quien se fue a León, perdió el sillón», esto último obviamente de origen popular, pues no existe fundamento histórico que lo sustente.

¿POR QUÉ SE DICE? Dar palos de ciego, echar los perros, empinar el codo



Las palabras y las expresiones tienen más historia de la que somos conscientes.
El inesperado o gracioso origen de estas.

 

"Dar palos de ciego"

Significa el perjuicio que con frecuencia se sigue por proceder sin tino y a lo loco en un asunto delicado.
En el pasado existían juegos que privaban de visión a los participantes, entre ellos podemos citar el de la gallina ciega y el de la piñata, en cuyo festejo vendaban los ojos a los participantes, y estos con un palo, la emprendían a garrotazos contra una vasija pendiente de una cuerda.
Cuando rompían la vasija caía su contenido, consistente en agua o golosinas.



"Echar los perros"

Significa acosar y hostigar a una persona.
Procede esta expresión de la costumbre antigua de echar perros a los toros de lidia que se negaban a embestir, para hostigarlos o fatigarlos.



"Empinar el codo"

Significa beber mucho vino u otros licores. En otras palabras, ser un borracho.
El hecho de beber, ya sea por un porrón, una bota o un vaso, implica la necesidad de levantar el codo hasta un determinado nivel. De este hecho procede empinar el codo.